A cuatro años de llegar a la cima del mundo

En lo más alto del mundo, cumpliendo, con mucha garra y esfuerzo, un gran objetivo. Hace cuatro años, el 23 de mayo de 2016, en el comienzo de la tarde en Nepal, la mañana argentina, la montañista roquense María Alejandra “Laly” Uhlela logró llegar a la cima del Monte Everest, a 8.848 metros sobre el nivel del mar. Fue en su tercer intento y con ello logró poner su huella en cinco de las siete cumbres más alta del mundo. Poco tiempo después haría más historia grande, consiguiendo los dos ascensos restantes. En junio de 2017, llegaría a la cima del Monte McKinley (hoy llamado Denali) de 6.192 metros, en Estados Unidos, completando los ascensos del circuito Seven Summits y convertirse en la primera mujer argentina en conseguirlo, pero esa será otra historia.
En este capítulo, Everest fue el objetivo para ella y es el nuestro en el repaso. El tercer intento de “Laly”, que había luchado mucho en 2014 y 2015 por alcanzar la soñada cumbre, se inició el 7 de abril y finalizó 46 días después. Por la ladera norte, la experimentada roquense batalló contra el viento y la nieve y arribó al punto terrestre más alto del planeta. Llegó con su médica, su guía el muy experimentado andinista Ulises Corvalán, su sherpa de altura Juan Manuel Boselli y el actor Facundo Arana. 
El recuerdo está intacto para Uhlela y son muchas las palabras que aparecen para describir tantos momentos vividos durante ese más de mes y medio, pero prefiere ser sintética para describir ese histórico instante en el que llegó a la cima.
“Escrito en mi camino, en mi destino y porque no en mi ADN, un deseo fuerte de concretar una evolución sentida y visionada, pude transformarlo en impulso y acción, y así plasmarse en una de mis mayores experiencias. Un 23 de mayo teniendo una máxima, especial y emotiva conciencia, siendo las 13 horas Tíbet/China llegué A LA CUMBRE, estuve en lo más alto del planeta, la cima de Everest. Cuatro años después, y más allá del paso del tiempo, puedo asegurar cada día, que dicha experiencia tiene un buen presente, cumple con una vigencia reveladora, siendo una fuente inagotable de enseñanzas y aprendizajes. Y siempre lo será…”, destacó “Laly” a la hora de pensar sobre la nueva experiencia sumada en el Everest.
El logro se dio en el tercer intento. En 2014 una avalancha hizo que abortara la misión y al año siguiente hubo un terremoto que no sólo la corrió de su meta, sino que la puso en peligro.
El 2016 fue el año de volver a intentarlo, apostando a la preparación, la experiencia, la garra y también sin dejar de respetar a la naturaleza, como lo hizo siempre. 
Y se dio. María Alejandra, con 44 años de edad, logró hacer realidad un sueño sobre la frontera entre Nepal y China.
Ese año fue brillante. El 11 de enero de este año la montañista logró ascender al macizo Vinson de la Antártida, de 4.892 metros. Cinco de las siete cumbres más altas del mundo tienen su huella: Vinson, Elbrus, en Rusia, el monte más alto de Europa; el Kilimanjaro (Tanzania), el Aconcagua y el mencionado Everest.

Las palabras a horas del gran logro
Es tiempo de volver hacia atrás, regresar cuatro años y recordar el testimonio de “Laly, desde uno de los campamento, a poco de haber hecho cumbre. Y por supuesto, el maravilloso momento de llegar al punto más alto del planeta, a los 8.848 metros, es difícil de contar con palabras. Son muchas las sensaciones. Para ella todo fue emoción y un sueño cumplido. Porque además del esfuerzo del ascenso, se sumó el quizás más exigente que fue el de descender, sin distracciones, sin tiempo de celebrar, para pasar por los diferentes campamentos y planificar el regreso luego de muchos días en la altura. El alcanzar la cima y dejarla para volver al punto inicial fueron tareas muy demandantes y de mucha concentración.
“La verdad es que es muy complejo explicar con palabras todo lo vivido. Everest me sorprendió a todo nivel y nunca había vivido algo igual o parecido. Es la montaña, sin desmerecer a las otras que fueron escuela y también me aportaron mucho. La cumbre, como fui contando se realizó con mucho esfuerzo y con un gran respeto por la naturaleza, día a día, prestando atención al clima y a todos los detalles. Llegar a lo más alto es algo increíble, difícil de describir, de encontrarle palabras. Pero el descenso es tan complejo como el ascenso y no puede haber relajamiento alguno. Después de la cumbre bajamos al campo 3 8.300 metros, preocupados por el horario y porque es zona de muerte. No se descansa y tampoco hay recuperación.  Hay que bajar como sea y lo antes posible. Es así de claro”, contó “Laly” desde uno de los campamentos usando el generador para comunicarse con el teléfono satelital.
Claro que cada momento fue complicado y no hubo respiro alguno. “Al otro día nos tocó una tormenta de viento y tuvimos que bajar hasta el Collado Norte, 7.100 metros, una bajada súper peligrosa y encima con tormenta. Pero hay que bajar. El cuerpo ya entra en un estado tremendo de retroceso”, agregó Ulehla.
La exigencia se mantuvo, el descenso siguió su marcha y “Laly” y todo el equipo mantuvieron la concentración al máximo. Hubo varios momentos complejos, de mucha concentración, desgaste y esfuerzo. No hubo relajación. No podía existir la misma. El desahogo ya llegó en el camino a la casa, a la hora de pensar en todo lo realizado para hacer cumbre y en los afectos para compartir tamaña alegría.
Hace cuatro años, “Laly” estuvo lo más cerca que se puede estar del cielo teniendo los pies sobre la tierra. La llegará el tiempo de repasar otro logro histórico: ser la primera mujer argentina en hacer cumbre en las siete cimas más altas del planeta. 

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